que mis padres se morían repentinamente, primero uno y después otro.
No recuerdo el orden. Ni quiero.
El sueño, o más bien la pesadilla, era tan duro y tan triste
que mi mente ha tratado de borrar todo lo posible.
Y luego despierto y veo.
Veo alrededor.
Y me avergüenzo.
No imagino mayor sufrimiento que el del sueño.
Ninguna otra cosa me importaba en él.
Y me avergüenzo.
No quiero más chorradas.
No quiero más cosas de cristal, de esas que pueden romperse.
Ni literal ni metafóricamente.
Y me avergüenzo.
Quiero perpetuar la bondad, la reciprocidad y las ganas en todo.
Y quiero felicidad.
Mucha.
Como la que he tenido hasta ahora y no he sabido ver.
Que cierto . Ahí , en ese momento ...es cuando realmente ves lo importante de la vida . Disfrutar lo que tienes sin lamentarse de lo que no ...para luego no tener que decir “era feliz , y no lo sabía”.
ResponderEliminarQue bien escribes .
Que cierto . Ahí , en ese momento ...es cuando realmente ves lo importante de la vida . Disfrutar lo que tienes sin lamentarse de lo que no ...para luego no tener que decir “era feliz , y no lo sabía”.
ResponderEliminarQue bien escribes .