Ojo por ojo y diente por diente;
todos ciegos
comiendo papilla.
-
Reflexión basada en la película 'Buenos vecinos'.
Y todo por una suposición
Ojo por ojo y diente por diente;
todos ciegos
comiendo papilla.
-
Reflexión basada en la película 'Buenos vecinos'.
Y todo por una suposición
"¿Sabes mi edad? No es asunto tuyo.
¿Sabes qué edad siento que tengo? 19.
Desde que tenía 19 años, siempre me he sentido igual.
Pero me afeito y me miro al espejo y no me queda otra que decir que no soy un chico de 19.
Todos estos años enseñando he tenido que dejarme muy claro que aunque esté rodeado de gente de 19 y
me sienta igual, ya no los tengo.
Nadie se siente adulto, pero todos lo ocultamos".
que conozco
es despertarse deseando que algo real
no haya pasado de mala pesadilla
por todo el dolor que nos provoca.
Abrimos los ojos, nos frotamos bien,
literal o figuradamente
y, sin embargo,
ahí sigue la realidad
que nos desgarra.
Cuando alguien revienta
no lo hace por una sola persona
o por una única circunstancia.
Las tuercas se van apretando
poco a poco
hasta que,
de repente,
el tope se ha alcanzado
y ya no hay vuelta atrás.
La pregunta repetida
en la cabeza de quien lo viva
será:
"¿Cómo iba yo a saber que esto sucedería?".
Pero
ante todo,
hay dos cosas a destacar.
Cuando le arruinas la vida
a alguien
siempre afecta,
al menos, a otra persona más.
Muchas veces a gente
que no cabría esperar.
Y, sobre todo,
debemos tener en cuenta
que,
en ocasiones,
decisiones y actuaciones de la persona
que llegó a su límite
la han ido empujando hacia él
como de oca en oca
pero sin llegar a la casilla final.
No supe ver la rabia que había en mí".
-
'París, Texas'
"Otra vez con el móvil. Se lo voy a decir".
Pareciera que sería al revés, pero era una niña de unos tres o cuatro años echando la bronca a su padre.
"Pero cariño, solo lo he mirado una vez...", le respondía él.
"Una y dos más antes. Y antes en el semáforo también", le espetaba ella.
Yo no daba crédito.
¿Cuándo nos quedamos así de zumbados?
Los adultos, digo.
La niña era otro rollo.
De hecho,
ojalá no cambie jamás
esa niña que reñía a su papá.
de haber hecho deporte y que tu cuerpo esté reventado por ello
y no por otra cosa
es la releche.
El objetivo de toda persona,
llegada una determinada edad,
debe ser pasarlo sumamente bien consigo misma,
es decir,
o lo que es lo mismo,
poder disfrutar de los momentos de soledad
y no aburrirse,
consigo misma,
jamás.
No vales por el hecho de que varios hombres te deseen,
ni por lo que te quiera uno solo.
No vales por lo que la gente diga de ti a tus espaldas,
ni por lo que te hagan saber a la cara.
No vales por lo que hagas o digas,
ni por lo que ayudes al resto descuidándote a ti.
No vales por lo que lleves puesto,
ni por las fotos que tengas,
ni por los destinos que hayas visitado
ni por los retoques que te hayas hecho.
No vales por tu cantidad de amigos o conocidos,
ni por haber tenido suerte o no en la vida.
Vales independientemente de todo.
Tu vida es valiosa.
Tu rostro es valioso.
Tu cuerpo es valioso.
Tu vida es válida hoy.
Tu rostro es válido hoy.
Tu cuerpo es válido hoy.
Todo en ti es valioso.
Por naturaleza.
Recuérdalo siempre.
Puedes encontrar alguien más guapa.
Puedes encontrar alguien más sabia.
Puedes encontrar alguien más lista.
Puedes encontrar alguien más buenorra.
Es la realidad.
Pero no vas a encontrar alguien igual.
Ese es mi punto fuerte.
Y ya está.
"O se os muere a vosotros en casa o a mí en consulta".
Las palabras del veterinario retumbaban en mi cabeza una y otra vez. Lloré amargamente con mi
hermana, que por aquel entonces era muy pequeña y preguntó si no lo podíamos cambiar por otro.
Tan débil y diminuto, le salía sangre por cualquiera de sus orificios. Daba igual la hora. Aquellas
lombrices que le había transmitido su madre no paraban de crecer y no quería ni moverse.
El final se acercaba. El criador al que se lo compraron mis padres (nota mental: adoptar), proponía
que eligiésemos otro cachorro; él se haría cargo de este. Me negué y asumí que lo perderíamos en
nuestro hogar. "Ya veremos qué hacemos después", repetía cuando me acusaban de masoquista.
Un montón de yogur con jeringuilla y trece años después, Wendy, Bombón de Chocolate, Piñita
y Samuel continúa en casa. Me falta un listado kilométrico de nombres por enumerar, pero el que más
le pega no es ninguno de ellos, ni siquiera el que le puse oficialmente por el perro de una Barbie.
El que encaja con él es, sin duda alguna, Milagro.
Solo puedes controlar lo que tú haces y lo que tú eliges.
A ti.
Deja de una JODIDÍSIMA VEZ de perder energía en el resto.
Ya hay bulos sobre todos nosotros, también sobre ti y sobre mí.
¿Y qué podemos hacer?
No contribuir a ellos, no crear más, no hablar mal de los demás.
Con eso sobra y basta.
De las imposiciones sociales.
De lo que me estresa.
De mis agobios.
De las responsabilidades que me asfixian.
De la mediocridad.
De luchar todo el rato
contra mis pensamientos,
contra los elementos,
contra los obstáculos,
contra los actos ajenos.
A veces, incluso, de mí.
Hasta el coñomoño.
Es una genialidad porque te abre bien los ojos.
Te recuerda que el gobernante debe buscar el bien común y que si permitimos que manden los intereses de unos cuantos, aunque estén disfrazados de otra cosa, nos estamos haciendo el harakiri.