Llevas cuatro días con el estrés hasta el cuello,
en los que solo hay problema tras problema.
Cagándote en todo y odiando a cualquiera.
Incluso rompes en llanto tras un comentario que en otras circunstancias
ni te habría afectado.
El tren de cercanías pita y aunque corres,
se te cierran las puertas en la cara.
Te cagas en todo y más.
Pasa que, de repente, un chico 'random' que no habla tu idioma, salido de alguna parte,
acciona desde dentro del tren la apertura de puertas,
siendo esta la única manera de abrirlas en ese momento.
No contento con ello,
se pone en medio hasta que pasas.
La luz.
Adiós al `haterismo'.
Hola de nuevo, Ali,
ese gesto te ha reconciliado contigo, con la vida y con el mundo.
Gracias gigantescas, no te las di tantas veces como merecías, chico desconocido.
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