lunes, 2 de noviembre de 2020

El sol


Cuando te pedía a las cigüeñas en Cáceres, 

no me imaginaba cómo ibas a ser.


No sabía que serías nuestra mejor versión,
ni que cocinarías tan sumamente bien,
ni que tendrías un don para la fotografía,
ni que tu sensibilidad y madurez en muchos temas superarían con creces la media de la gente de tu edad.

Tampoco sabía que serías la niña de los múltiples nombres, ni que tendrías silueta de modelo, ni que podrías peinar como quien estudia peluquería, ni que aprenderías a tocar el ukelele sola, ni que podrías llegar a dar clases de yoga (si quisieras).

No me imaginaba que nos enseñarías tantas cosas, que acabarías mandando en casa siendo la pequeña, que te echaría tanto de menos desde Madrid/Hamburgo y que querría que te fueras por ser ese tu deseo pero que lo hicieras cerquita por ser este el nuestro.

Y aquí estamos hoy, 24 años después del mejor regalo que me ha dado la vida desde que nací.

Como te digo siempre: aquel 2 de noviembre no ocupaste ningún hueco.

Me repito, lo sé, pero no quiero que se te olvide ni por un segundo, nunca, lo que hiciste.

Sustituir al sol.



"Te mereces todo, todo, todo te mereces. No una sola sino varias veces. Te mereces estar a tu lado todo el tiempo y compartir hasta el más mínimo momento. Tu magia, esa que hechiza, la que me hace feliz. Eres solo alegría para mí. Porque cambiaste el mundo a mi alrededor cuando te vi. Sin dudar, la flor más bonita que ha llegado a mi jardín".

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