miércoles, 9 de diciembre de 2020

Isabel Allende

 Hace unos años un libro suyo, 'El cuaderno de Maya', me mostró un mundo nuevo.

 Me lo regaló mi tía y madrina, cuya muerte en 2018 aún no he superado.

 Justo hoy leí esto de ella, y se me paró el corazón por un momento. 

 No tenía ni idea de lo de su hija y, por unos instantes, he vuelto a ese libro y al momento de abrirlo,

 por primera vez, después de que ella me lo entregara.

 Debajo hay otras reflexiones y una entrevista interesante que he encontrado sobre la escritora:

 «Desde que murió Paula (mi hija), hace 27 años, he perdido el miedo a la muerte. Primero, porque la vi morir en mis brazos, y me di cuenta de que la muerte es como el nacimiento, es una transición, un umbral, y le perdí el miedo en lo personal.


Ahora, si me agarra el virus, pertenezco a la población más vulnerable, la gente mayor, tengo 77 años. La posibilidad de la muerte se presenta muy clara para mí, la veo con curiosidad y sin ningún temor.

Lo que la pandemia me ha enseñado es a soltar cosas, a darme cuenta de lo poco que necesito. No necesito comprar, no necesito más ropa, no necesito ir a ninguna parte, ni viajar. Me parece que tengo demasiado. Veo a mi alrededor y me digo para qué todo esto. Para qué necesito más de dos platos.
Después, darme cuenta de quiénes son los verdaderos amigos y la gente con la que quiero estar.

¿Qué crees que la pandemia nos enseña a todos? Nos está enseñando prioridades y nos está mostrando una realidad. La realidad de la desigualdad. De cómo unas personas pasan la pandemia en un yate en el Caribe, y otra gente está pasando hambre.

También nos ha enseñado que somos una sola familia. Lo que le pasa a un ser humano en Wuhan, le pasa al planeta, nos pasa a todos. No hay esta idea tribal de que estamos separados del grupo y que podemos defender al grupo mientras el resto de la gente se friega. No hay murallas, no hay paredes que puedan separar a la gente.

Los creadores, los científicos, todos los jóvenes, muchísimas mujeres, se están planteando una nueva normalidad. No quieren volver a lo que era normal. Se están planteando qué mundo queremos. Esa es la pregunta más importante de este momento. Ese sueño de un mundo diferente: para allá tenemos que ir.

Y reflexiono: Me di cuenta en algún momento de que uno viene al mundo a perderlo todo. Mientras más vive uno, más pierde. Vas perdiendo primero a tus padres, a gente muy querida a tu alrededor, tus mascotas, los lugares y tus propias facultades también. No se puede vivir con temor, porque te hace imaginar lo que todavía no ha pasado y sufres el doble. Hay que relajarse un poco, tratar de gozar lo que tenemos y vivir en el presente».

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 "Mi madre me dijo que ese duelo es como un túnel largo y oscuro, que hay que recorrer sola, paso a paso,   lágrima a lágrima. “Hay luz al final, te lo prometo, sólo tienes que seguir caminando”, me dijo. Mi manera de   andar por ese túnel fue palabra a palabra, escribiendo. La escritura me permitió comprender lo ocurrido,   ordenarlo en la memoria, aceptarlo en el corazón".

 "1. Si supiera que mañana es el último día de su vida, ¿qué haría? ¿Cómo lo pasaría?

 Seguramente lo pasaría con mi hijo, mi nuera, mi nuevo amor (Roger) y mis nietos, abrazada a mi perra   Dulce, compartiendo una deliciosa cena.

 2. ¿Qué le hubiera gustado hacer y ya no podrá porque no tendrá tiempo?
 Bailar y cantar. Tengo tiempo para eso, pero ningún talento, las piernas cortas y mala voz.
 
 3. ¿Qué aconsejaría a los que se quedan?
 Que, o son inmortales, o la vida pasa rápido y hay que aprovecharla. Que corran riesgos, que no tengan   miedo de sufrir, que sean generosos y que la primera prioridad sea siempre el amor.

 4. ¿Cómo diría que fue su vida?
 Espléndida, he tenido una suerte loca, porque he vivido tragedia, drama, comedia y melodrama (que es lo   más entretenido) y he podido contarlo todo en mis libros. 

 5. ¿De qué está más orgullosa?
 De mi hijo Nicolás y del cariño de mis lectores.
 
 6. ¿Se arrepiente de algo?
 De las dietas y de los remordimientos".

 

Isabel Allende habla sobre la muerte de su hija tras 25 años - Gente - Cultura - ELTIEMPO.COM


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