Si no se miden bien las palabras y/o el tono,
a veces se produce una reacción en cadena.
Como cuando llegas del supermercado y
en lugar de llamar a tu hermana con
tono amable y risueño, ansiosa e ilusionada
por
enseñarle lo que le has comprado,
lo haces con tono pesado y jocoso.
Entonces ella se irrita, se molesta y
te contesta.
Tú, sin entender nada, te enfadas y
luego lo pagas con otra persona, que
a su vez lo hará con otra más.
Aquello se repite y se repite,
imparable en
cuanto a negatividad;
como si se tratara de
un agujero negro que
se traga la buena vibra.
Voilá, la reacción en cadena
que comenzó con un ingrediente incorrecto
en el lugar y momento equivocados.
Todo el mundo, a la cama, enfadado,
por no escoger una palabra o un tono adecuados.
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