domingo, 7 de abril de 2024

27 de enero de 2023

 Aquí todavía estabais a medias.

 Sé que la vida sigue sin vosotros.

 Lo sé. 

 Sigue sin despeinarse. Sin pestañear. Sin pausas.

 Siguen las guerras, las injusticias y las tristezas.

 Siguen, también, la alegría, las celebraciones y la rutina.

 Intento consolarme pensando que ha ido sucediendo

 conforme tenía que ocurrir.

 (Que la abuela murió antes porque no podría haberse enfrentado

 jamás, nunca, a la muerte de su hija)

 Que ella murió antes que él porque jamás habría podido

 afrontar que su compañero de todo se marchara.

 Quizás ella era toda paz, pero él era todo fuerza.

 Aguantó como un roble las embestidas.

 Y la vida, que a veces es tan mala como bonita, se aprovecha.

 Había en ellos dos tanta calma,

 simpatía y empatía.

 Y ahora no está ninguno,

 pero la vida sigue

 después de este derribo cuando crees que ya ha pasado el peligro,

 y tenemos que auto enseñarnos a continuar sin ellos.

 Cuando ella se iba apagando aprendí que los 'te quiero'

 nunca son suficientes, por eso hay que decirlos mucho

 y hay que decirlos antes de la enfermedad, antes del riesgo.

 Aunque no te los devuelvan.

 El amor que das nunca está de más.

 Al marcharse de pronto él, que demostrar las cosas

 es tan importante como decirlas.

 Quizás en los últimos meses

 me conformé y no insistí

 lo suficiente a alguien

 cuya vida había cambiado irremediablemente

 recientemente

 en cosas que el resto damos por sentadas

 como el amor que sentimos cada día

 o la voz con la que nos expresamos.

 No quería preocuparnos,

 no quería sentirse carga,

 no quería hacer daño.

 Y no se quejaba,

 aceptaba su sino,

 como me dijo,

 gracias a una prima enfermera

 con la que habló

 y le impulsó a sacar fuerzas para afrontar la enfermedad.

 Hubo una conversación que recuerdo

 por lo especial que fue,

 justo al lado de su casa,

 con una cerveza

 en la que compartió conmigo un trocito de sus sueños,

 de sus objetivos, de sus temores y 

 de sus resignaciones.

Y quedamos en que empezaría a pintar

en cuanto se jubilara;

en aquel momento decidí

que quería ser yo la que le regalara 

el pack completo para empezar.

"Pero te tienes que jubilar en cuanto puedas, ¿eh?

 como si es anticipadamente...

 esto no puede retrasarse", le dije

 entre seria y sonriendo.

 Hablaba también de aprender cocina,

 de viajar...

 Ahora iba a poder,

 ahora que le habían concedido lo que merecía;

 ahora que, muchos meses después,

 la vida le había regalado una mínima tregua,

 o eso parecía.

 Y aquel día en aquella terraza,

 me dijo también una cosa

 que me marcó

 y cuyas palabras exactas no recuerdo,

 solo esa sensación de cuando 

 el corazón 

 te da un vuelco.

 El mensaje era, básicamente,

 que después del amor que había sentido,

 por ella,

 no veía que hubiera más en ese sentido.

 De algún modo

 miraba hacia delante y estaba todo oscuro;

 no podía intuir nada después.

 Recuerdo que al ver la emoción contenida en su mirada,

 se me saltaron las lágrimas,

 y me salió de alguna parte decirle

 mirándole a los ojos:

 "Te mereces ser feliz. No lo olvides".

 El único consuelo que me queda

 es pensar que si hay cielo o más allá

 están juntos.

 Si no lo hay,

 la verdad,

 no tengo ninguno.

 Cuando ella se fue,

 él se propuso unir a todos los sobrinos

 un fin de semana,

 por voluntad de Concha.

 Y fue uno de los mejores de mi vida.

 Gracias a ella por pensarlo y, sobre todo, gracias a él por hacerlo realidad.

 Así era, tranquilo pero decidido.

 Y nos dio una idea que hemos decidido que no vamos a dejar que se pierda.

 Unas semanas antes de irse,

 mi tía me confesó que uno de sus deseos

 era volver a ir a París.

 Mi intención era hacerlo con todos los que quisieran,

 incluido él.

 Sigo con ello.

 Y ahora quiero honrarle a él también.

 Se aceptan propuestas...

 Desgraciadamente, este dolor

 nos unirá siempre.

 Pero también nos unirá su recuerdo,

 el que tiene cada uno y una mezcla de todos ellos,

 y creo que debemos mantenerlo vivo

 entre todos,

 para que siga siempre, un poco,

 entre nosotros.

 Tengo grabada a fuego una escena repetida en la que

 mi madrina le decía con tono de broma: 'Antoñito, Antoñito'

 y él respondía a veces 'Conchita, Conchita'

 y en otras ocasiones se reía simplemente después.

 Entonces se miraban, y había magia.

 Ese, para mí, era él.

 Por Antonio.

 


 

 

 

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