martes, 14 de enero de 2020

Muchas luces apagadas

Hoy, mientras me peleaba con el ordenador, miré por la ventana hacia la plaza y me dí cuenta de algo: a las 21:00 horas, en un edificio enorme y repleto de gente, sin un solo piso para alquilar, apenas había luces encendidas.

¿Dónde estarán esas personas que no tienen luz en casa? Pensé.

Ojalá, bien. Ojalá divirtiéndose. Ojalá tomando algo. Ojalá haciendo deporte. Ojalá siendo felices.

Y luego tomé aire y entendí que, seguramente, no era así.

Que estarían trabajando, o haciendo la compra, o volviendo de un viaje.

Como si alguien hubiera encendido una luz, ví un símil con respecto a la vida.

En ella habrá muchas luces que se nos apaguen un rato, y otras que lo hagan para siempre.

A veces, casi todas estarán apagadas.

La mayoría no sabremos ni por qué.

Pero siempre, siempre, habrá alguna encendida. Alguien cocinando, alguien dándose un baño, alguien cepillándose el pelo, alguien leyendo, alguien hablando por teléfono,...

Y para cuando no la haya, alguien llegará a casa en algún momento y la iluminará. Aunque sea, como en el caso de hoy, a las tantas de la noche.

Cuando ya hayamos perdido la esperanza. Cuando ya, creamos, no vaya a prenderse ni la mecha de una vela.

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