Hay un virus que puede demostrarte,
que errabas.
En tu percepción, en tu juicio y en tu sentencia,
y cuánto.
Cuando la soledad y el aislamiento se ven de cerca,
la cosa cambia.
Y deseas no haber sido pretenciosa, ni criticona, ni categórica.
Pero lo fuiste.
No hay marcha atrás.
Tal vez en otra ocasión -esperas- no lo serás.
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