Siempre queremos lo que tenemos.
La que tiene el pelo rizado lo quiere liso.
La que lo tiene liso, rizado.
El que tiene un coche normal, quiere uno caro.
El que tiene el caro, lo cambiaría por amor.
La que tiene amor, preferiría tener más dinero.
El que tiene dinero, querría ser feliz.
La que ya es feliz, pide algo que le apasione.
El que tiene una pasión, priorizaría no ser calvo.
Y así, vuelta a empezar.
"Virgencita, que me quede como estoy".
Sé que, como decía el gran Sampedro,
esto es un atrevimiento,
un agravio, un error.
Pero dado el contexto en que vivimos,
ni se me ocurre
ni me imagino
un deseo mejor.
Incluso echando eso a un lado,
dudo que exista tamaña lección:
el querer lo que nos falta,
si ya hay para vivir,
posee una doble versión:
un inconformismo precioso
y un desagradecimiento atroz.
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